Beatificación de 20 mártires sevillanos del siglo XX

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Beatificación de 20 mártires sevillanos del siglo XX.

El 18 de noviembre de 2023 se celebra la beatificación en la Catedral de 20 mártires de la Archidiócesis de Sevilla en la persecución religiosa del siglo XX.

Encabeza el Venerable Siervo de Dios Manuel González Serna Rodríguez, presbítero diocesano, y 19 compañeros.

Se asigna el 6 de noviembre como fecha para honrar al beato Manuel González Serna Rodríguez, presbítero diocesano, y sus 19 compañeros mártires: Francisco de Asís Arias Rivas, Miguel Borrero Picón, Mariano Caballero Rubio, Pedro Carballo Corrales, Juan María Coca Saavedra, Antonio Jesús Díaz Ramos, Salvador Lobato Pérez, Rafael Machuca Juárez de Nebrón y José Vigil Cabrerizo, sacerdotes; Enrique Palacios Monrabá, seminarista; y María Dolores Sobrino Cabrera, Agustín Alcalá Henke, Mariano López-Cepero y Muru, Gabriel López-Cepero y Muru, Cristóbal Pérez Pascual, Manuel Palacios Rodríguez, José María Rojas Lobo, Manuel Luque Ramos y Rafael Lobato Pérez laicos, de la Archidiócesis de Sevilla en la persecución religiosa del siglo XX († 1936).

Ceremonia de beatificación

Autoridades

Preside el cardenal Marcelo Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos y enviado papal, monseñor Bernardito Auza, nuncio apostólico en España, monseñor José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla, monseñor Teodoro León, obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla, los obispos de Canarias, monseñor José Mazuelos, de Huelva, monseñor Santiago Gómez, de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, de Cádiz y Ceuta, monseñor Rafael Zornoza, de Asidonia-Jerez, monseñor José Rico, de Almería, monseñor Antonio Gómez, y el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan A. Martínez Camino; también representaciones corporativas de los ayuntamientos de Sevilla, Constantina, Cantillana, Lora del Río, Beas, Ubrique, Guadalcanal, Mairena del Alcor, El Saucejo, Algodonales, Estepa, Cazalla de la Sierra y Alcalá de Guadaíra. Se concelebra por 100 sacerdotes diocesanos.

Liturgia de color rojo por el martirio.

Participan en la liturgia de la ceremonia como diáconos Fernando Martín y Andrés Rodríguez; y como ministros: cruciferario Luis Amodeo, ceroferarios León Machlum y Elder Tavares, turiferario Javier Llorente, naveta Redemptoris Mater, lector Moisés Benahmed, libro Pablo Bernal, báculo Evaristo Bobillo, mitra Redemptoris Mater, y mitras de los obispos auxiliares: Sujith Vidhyadharan y José Manuel Moreno.

Participan seminaristas del seminario Metropolitano de Sevilla, y del seminario Redemptoris Mater de Sevilla, quienes serán los portadores de las reliquias.

La causa se inició durante el arzobispado de Juan José Asenjo Pelegrina en 2012, actuando José Leonardo Ruiz Sánchez, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, como presidente de la comisión histórica de la causa. La beatificación se aprobó por el Dicasterio el 22 de junio de 2023.

Perfil biográfico de los nuevos beatos

20 mártires: Son 10 sacerdotes, un seminarista y nueve laicos fieles cristianos (de estos, una mujer)[1]:

Manuel González Serna Rodríguez, sacerdote (n. Sevilla, 13 de mayo de 1880), párroco de Constantina, detenido en la noche del 19 de julio, después de haber sufrido humillaciones y golpes fue conducido el 23 de julio a la iglesia parroquial de Constantina y asesinado en la sacristía de su parroquia, fue sepultado en el cementerio de la ciudad. Cabeza de este grupo, él para dar testimonio de su fe quiso ser fusilado junto al Evangelio.

Francisco de Asís Arias Rivas, sacerdote (n. Cantillana, 30 de enero de 1875), párroco de Lora del Río, asesinado el 1 de agosto. Los testigos afirman que a pesar de sufrir humillaciones de parte de sus perseguidores murió perdonándolos.

Miguel Borrero Picón, sacerdote (n. Beas, Huelva, 6 de diciembre de 1873), vicario parroquial de Santa María de la Mesa de Utrera, fusilado el 26 de julio. En el momento del martirio quiso llevar la sotana para dar testimonio de su fe.

Mariano Caballero Rubio, sacerdote (n. Alajar, Huelva, 28 de octubre de 1895), vicario parroquial en Huelva, lo mataron el 23 de julio. Murió invocando a la misericordia de Dios y el perdón de sus agresores. Siendo bautizado el 30 de octubre de 1895, en 1912 comenzó sus estudios en el seminario de Comillas (Santander) que interrumpió, ingresando en 1918 con 23 años en el seminario general y pontificio de Sevilla, el 23 de diciembre de 1923 recibió la ordenación sacerdotal y desde el 23 de marzo de 1930 ocupó para reponerse de sus dolencias crónicas una coadjutoría en la ciudad de Huelva ocupándola desde el 27 de abril de 1934 en la parroquia de San Pedro, el 21 de julio de 1936 fue incendiada su parroquia y poco antes lo habían hecho las restantes teniendo que buscar el clero religioso refugio entre amigos y conocidos, el día 22 fue detenido en Punta Umbría donde estaba refugiado con su familia, en el traslado al gobierno civil en Huelva recibió un disparo por la espalda muriendo en el hospital de las hemorragias producidas en las primeras horas del día 23 de julio.

Pedro Carballo Corrales, sacerdote (n. Ubrique, Cádiz, 10 de noviembre de 1886), párroco de San Sebastián y Santa Ana de Guadalcanal, asesinado el 6 de agosto. También murió invocando a la misericordia de Dios y el perdón de sus agresores.

Juan María Coca Saavedra, sacerdote, (n. Mairena del Alcor, 24 de diciembre de 1884), vicario parroquial de Lora del Río, lo fusilaron el 1 de agosto. Durante los cinco días de su cautiverio eligió el ministerio de la reconciliación, otros se confortaban mutuamente, expresando palabras de perdón para sus verdugos.

Antonio Jesús Díaz Ramos, sacerdote, (n. Bollullos del Condado, Huelva, 31 de diciembre de 1896), cura ecónomo de la parroquia de Cazalla de la Sierra, asesinado el 5 de agosto.

Salvador Lobato Pérez, sacerdote (n. Algodonales, Cádiz, 31 de diciembre de 1901), cura ecónomo de la parroquia de El Saucejo, asesinado el 21 de agosto junto con su hermano Rafael que le servía de ayuda. El 23 de julio fueron ambos hermanos desalojados de la casa rectoral y obligados a abandonarla, y tuvieron que refugiarse en casa de unos vecinos él y su familia, formada por sus dos hermanos y su madre gravemente enferma, el 22 de agosto fueron asaltadas por fuerzas venidas de otros pueblos y fueron en su búsqueda, llevaban prácticamente un mes en la cárcel y los condujeron a las afueras de la ciudad, del pueblo, su hermano Rafael no quiso separarse y ambos fueron al martirio, antes previamente se habían despedido de su madre.

Rafael Machuca Juárez de Nebrón, sacerdote (n. Estepa, 30 de abril de 1881), vicario parroquial de Estepa, asesinado el 31 de agosto junto a un centenar de personas, la mayor parte sacerdotes.

José Vigil Cabrerizo, sacerdote (n. Huétor Tájar, Granada, 11 de octubre de 1906), ordenado sacerdote en Sevilla se le confío la iglesia del barrio de San Jerónimo, fue herido el 18 de julio, murió al día siguiente. Primer mártir de la persecución en Sevilla, capellán en San Jerónimo, en 1919 a punto de cumplir los 13 años ingresó en el seminario general y pontificio de Sevilla, fue ordenado sacerdote el 20 de mayo de 1932, y se le encargó la capilla del barrio de San Jerónimo, el 1 de mayo fue asaltada la capilla y al quedar clausurada se vio obligado a buscar vivienda provisional en el interior de la ciudad junto a su familia, en la tarde del 18 de julio todos se vieron sorprendidos por la llegada al edificio de un grupo que buscaban a partidarios del golpe militar domiciliados en otro de los pisos, en el tumulto frente a la casa al salir a la calle del brazo de su madre una bala le alcanzó siendo registrado y descubriéndose su condición de sacerdote, de inmediato el jefe de los asaltantes ordenó que se le disparase, no siendo rematado porque una de sus hermanas se abalanzó sobre él para protegerle, trasladado malherido al hospital murió al día siguiente tras perdonar a sus asesinos el 19 de julio.

Enrique Palacios Monrabá, seminarista (n. Cazalla de la Sierra, 3 de abril de 1917), ingresó a los 12 años en el seminario general y pontificio de Sevilla, y a finales de junio de 1936 terminado el primer curso de Sagrada Teología marchó de vacaciones al domicilio familiar de Cazalla, en la mañana del 20 de julio acudió a la misa oficiada por el coadjutor al ya estar detenido el párroco Antonio Jesús Díaz, esa misma noche fue detenido al igual que su padre, asesinado el 5 de agosto junto a su padre, Manuel Palacios Rodríguez, cuando reunidos los presos en el patio de la cárcel recibieron la muerte.

María Dolores Sobrino Cabrera, laica, casada sin hijos (n. Constantina, 19 de abril de 1868), fusilada el 23 de julio, muy activa en las obras de caridad era colaboradora del párroco Manuel Gozález Serna.

Agustín Alcalá Henke, laico, soltero (n. Alcalá de Guadaíra, 7 de junio de 1892), doctor en Derecho, herido grave el 17 de julio, murió al día siguiente.

Mariano López-Cepero y Muru, casado, padre de nueve hijos (n. Cazalla de la Sierra, 24 de enero de 1883), teniente de alcalde de su pueblo, asesinado el 5 de agosto. Alumno jesuita.

Su hermano Gabriel López-Cepero y Muru, casado, padre de seis hijos (n. Sevilla, 22 de agosto de 1874), murió el 5 de agosto junto a su hermano Mariano cuando sacaron los presos de la prisión al patio donde fueron acribillados a balazos.

Cristóbal Pérez Pascual, casado, padre de un hijo (n. Alajar, Huelva, 9 de diciembre de 1887), bautizado en la parroquia de San Marcos, en Granada estudió Derecho y, más tarde, Farmacia, asesinado el 5 de agosto. Alumno jesuita, muerto en Cazalla, en 1923 tenía su propio establecimiento en Cazalla de la Sierra, un año más tarde contrajo matrimonio, y su único hijo apenas sobrevivió unas horas, por todos era conocida la caridad ejercida en su farmacia, destacaba especialmente, mientras estuvo encarcelado llamaban a ese lugar la botica; él formaba, como su hermano, de la junta parroquial que procuraba los subsidios necesarios para el sostenimiento; detenido y encarcelado tras el golpe militar formaba parte del grupo que junto al párroco Antonio Díaz Ramos rezaban diariamente el santo rosario en la prisión y allí continuó ejerciendo su actividad caritativa su hermano.

Manuel Palacios Rodríguez, casado, padre del seminarista Enrique (mencionado antes) y de otros seis hijos (n. Aracena, Huelva, 1 de agosto de 1877), hombre comprometido en la defensa pública de los intereses de la iglesia, asesinado junto a su hijo Enrique el 5 de agosto. Alumno jesuita, estudió en el internado de El Puerto de Santa María.

José María Rojas Lobo, soltero (n. Sevilla, 29 de septiembre de 1910), arrestado el 20 de julio en Marchena, herido el 21 de julio murió al día siguiente 25.

Manuel Luque Ramos, soltero, sacristán (n. Marchena, 6 de marzo de 1893), herido de muerte el 19 de julio, murió el día 22.

Rafael Lobato Pérez, soltero, sacristán, (n. Algodonales, Cádiz, 28 de febrero de 1905), asesinado en El Saucejo el 21 de agosto junto a su hermano Salvador (sacerdote mencionado) al que le servía de ayuda en la parroquia de El Saucejo.

Rito de la beatificación

Lema de la causa: «Ofrecí mi vida al Señor y Él la ha aceptado».

Comenzó el proceso en el año 2012.

Terminaron su vida perdonando.

Se celebra la ceremonia del rito de la beatificación en el altar del jubileo.

El arzobispo de Sevilla, acompañado del postulador de la causa el padre capuchino fray Alfonso Ramírez, dice que humildemente se ha pedido a Su Santidad el Papa Francisco que se digne inscribir en el número de los beatos a los Siervos de Dios Manuel González Serna Rodríguez y 19 compañeros hijos de la archidiócesis de Sevilla.

Alocución del postulador fray Alfonso Ramírez:

Beatificación o declaración de martirio de los Siervos de Dios Manuel González Serna Rodríguez y 19 compañeros (y describe "los hechos y sus circunstacias"). Que derramaron su sangre durante la persecución religiosa de los años 1930, se caracterizan por la aceptación personal de la muerte para dar testimonio hasta el derramamiento de su sangre de su fe en Cristo Jesús y del perdón a sus enemigos de muchos de ellos, tras una vida virtuosa fueron al encuentro de la muerte en 1936, año en la que la persecución alcanzó su cima.

La muerte de los Siervos de Dios acaecida en diversos lugares, Constantina, Lora del Río, Utrera, Huelva, Guadalcanal, Cazalla de la Sierra, El Saucejo, Málaga, Alcalá de Guadaíra, Marchena y Sevilla, fue inmediatamente comprendida por el pueblo cristiano com un auténtico martirio y muchos comenzarona a invocarlos como intercesores ante el trono del Señor, precisamente debido a esta fama de martirio y después de la transferencia de competencias para los Siervos de Dios que pertenecían a las jurisdicciones eclesiástica de Huelva, Alcalá y Madrid ante la curia eclesiástica de Sevilla, del 3 de octubre del 2014 al 27 de noviembre del 2016 se celebró el proceso diocesano cuya validez jurídica fue reconocida por el congreso el decreto de 19 de mayo de 2017, preparada la positio el 20 de octubre de 2022 tuvo lugar el congreso peculiar de los consultares teólogos que expresaron parecer favorable, los padres cardenales y obispos en la sesión ordinaria de 6 de junio del 2023 presidida por el cardenal Marcelo Semeraro han reconocido que dichos Siervos de Dios fueron asesinados por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia, presentada la causa al Santo Padre Francisco una cuidadosa relación de todas estas fases por el cardenal prefecto, el propio Santo Padre ratificando los votos de la Congregación de las Causas de los Santos en la fecha de hoy ha declarado que consta de la existencia del martirio y de su causa de los Siervos de Dios Manuel González Serna Rodríguez y 19 compañeros, sacerdotes diocesanos, un seminarista, laicos y laica en el caso y para el efecto del que se trata, el Sumo Pontífice mandó que se publicase el decreto y que se incluyan las actas de la Congregación para las Causas de los Santos, dado en Roma el 18 de noviembre de 2023, Marcelo cardenal Semeraro prefecto, Fabio Fabene arzobispo de Montefiascone, secretario.

Carta apostólica

Por mandato del Papa Francisco, su representante en esta celebración, cardenal Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, da lectura apostólica en la que su santidad inscribe en el libro de los beatos a los siervos de Dios que dieron su vida en defensa de la fe. Lectura de la carta en latín del Papa:

"Nos,
acogiendo el deseo de Nuestros Hermanos
José Ángel Saiz Meneses,
Arzobispo Metropolitano de Sevilla,
así como de otros muchos Hermanos en el Episcopado
y de numerosos fieles,
después de haber consultado el parecer
del Dcasterio para las Causas de los Santos,
con Nuestra Autoridad Apostólica, concedemos que
los Venerables Siervos de Dios

Manuel González-Serna Rodríguez,
presbítero diocesano, y 19 compañeros,
presbíeros diocesanos, seminarista,
hombres y mujeres cristianos, mártires,
que en la variedad de carismas y ministerios
unánimes llegaron a amar a Cristo sobre todas las cosas
que no tuvieron miedo de dar su vida por Él

de ahora en adelante, puedan ser llamados Beatos
y que se pueda celebrar su fiesta el 6 de noviembre
de cada año en los lugares y según las normas establecidas por el Derecho.

En nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Dado en Roma, en Letrán, en el día 8 del mes de septiembre,
en la fiesta de la Natividad de Santa María Virgen,
año del Señor de 2023
undécimo de Nuestro Pontificado."

— Franciscus.


Tapices

Se descubren los dos tapices con los nuevos 20 beatos mártires de la iglesia hispalense. El cartel y los dos tapices son de Juan Palomo Reina, siendo tales tapices la representación de los nuevos beatos que figuran en el cartel separados en dos grupos, la mitad derecha y la izquierda del mismo.

El cartel es un retrato colectivo de los 20 mártires, aparecen agrupados según el lugar de martirio y de abajo hacia arriba se ven:

En el tapiz derecho, en primera línea al sacerdote que encabeza la causa Manuel González-Serna de Constantina con casulla roja y crucifijo en la mano y tras él María Dolores Sobrino, colaboradora parroquial, ambos martirizados en el interior de la parroquia. En Lora del Río se puede ver a Juan María Coca Saavedra, Francisco de Asía Arias Rivas, de Marchena Manuel Luque Ramos, sacristán, a José María Rojas Lobo, abogado, de Alcalá de Guadaíra a Agustín Alcalá Henke, Pedro Carballo Corrales de Guadalcanal, en el ángulo izquierdo forman un triángulo los tres sacerdotes asesinados en la oscura noche, abajo a Pedro Carballo Corrales, a la derecha a Rafael Machuca y a la izquierda a Miguel Borrero Picón.

En el tapiz de la izquierda se encuentran a los seis mártires de Cazalla, Manuel Palacios Rodríguez, Enrique Palacios Monrabá, padre e hijo unidos por la palma del martirio, junto a ellos están los seglares Cristóbal Pérez Pascual, Mariano López-Cepero y su otro hermano Gabriel López-Cepero y el sacerdote diácono de Cazalla Antonio Jesús Díaz Ramos; de Huelva aparece también el sacerdote Mariano Caballero Rubio, de El Saucejo aparecen los dos hermanos Lobato Pérez, y de Sevilla el protomártir José Vigil.

De distinta procedencia, aparecen en el cartel bajo el manto protector de la Virgen María en su advocación de la «Virgen de los Reyes».

Reliquias

Comienza la procesión de las reliquias hasta el presbiterio cuando se descubren los dos tapices.

Se porta como relicario una urna metálica plateada en andas, con las reliquias de Manuel González Serna Rodríguez (placa del féretro), Miguel Borrero Picón (vértebra), Mariano Caballero Rubio (vértebra), Pedro Carballo Corrales (vértebra), Salvador Lobato Pérez (vértebra) y José Vigil Cabrerizo (vértebra), protomártir sacerdote de Sevilla, junto con las reliquias de los seglares María Dolores Sobrino Cabrera (rótula), Agustín Alcalá Henke (esternón) y José María Rojas Lobo (vértebra); en total de nueve de los nuevos beatos.

Los seminaristas portadores de las reliquias son Juan de Dios Varela, Pablo Bernáldez, Adrián Carballo, Cristian Rodríguez, Javier Garrido, Ángel López, Alberto Campos, Carlos Corento y Manuel Carrasco.

Tras la procesión de las reliquias se procede a su inciensación por el cardenal Semeraro. Mientras se canta «Gloria y honor a ti» de Lucien Deiss.

Agradecimiento al Santo Padre

Palabras de agradecimiento de monseñor José Ángel Saiz Meneses:

"Me dirijo al papa Francisco, presente hoy de manera especial por medio de su representante para esta celebración, el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos para expresar nuestro profundo agradecimiento. Gracias, muchas gracias, desde Sevilla, España, por este gran regalo a nuestra Archidiócesis. En nombre propio, en nombre de todo el presbiterio diocesano y de nuestro seminario y de los fieles laicos, familiares y amigos de los mártires, ¡Muchas gracias, Santo Padre!

Hemos celebrado con inmenso gozo, en esta Sede de san Leandro y san Isidoro de Sevilla, la beatificación de Manuel González-Serna Rodríguez y 19 compañeros: diez sacerdotes, un seminarista y nueve seglares. La Iglesia, nuestra Madre, se alegra con los mejores de entre sus hijos que, soportando la prueba con amor, alcanzaron la gloria del cielo. Se alegra la Iglesia que peregrina en Sevilla, desde los primeros siglos del cristianismo, fortalecida por el testimonio de sus hijos mártires en la época romana, en la época islámica, en tierras de misión y en la persecución religiosa del siglo XX.

El amor de Cristo ha transformado profundamente la historia, convirtiendo el suplicio de la Cruz en camino de redención y de perdón. La tortura que han padecido nuestros mártires se ha convertido en ocasión de un amor más grande, incluyendo el perdón a los enemigos. Una vez más celebramos que la vida cristiana, que brota del costado de Cristo muerto y resucitado y fluye en su Iglesia santa, es principio de humanización, de reconciliación, de perdón y de paz para las personas y los pueblos.

Agradezco al Santo Padre que haya inscrito a nuestros mártires sevillanos en el elenco de los mejores hijos de la Iglesia, los Mártires. Agradezco al señor Cardenal Prefecto, Marcello Semeraro, su presencia entre nosotros presidiendo esta celebración. Y en su persona expreso mi gratitud a todo el personal del Dicasterio para las Causas de los Santos, superiores, oficiales, trabajadores. Particularmente agradezco al postulador en fase romana P. Alfonso Ramírez Peralbo, capuchino, las horas que ha dedicado a esta causa; y con él, a tantos buenos colaboradores de la diócesis de Sevilla, especialmente Mons. Teodoro León Muñoz, postulador en fase diocesana y anterior delegado episcopal para las causas de los santos en nuestra archidiócesis, y a la delegada actual, Doña María del Monte Chacón Montes. Gracias al Cabildo de esta Santa Iglesia Catedral que tanto se esmera en las celebraciones litúrgicas. Gracias a la orquesta y coro que ha llenado las naves de la Magna Hispalense con belleza sonora. Gracias al Sr. Nuncio Apostólico por acompañarnos en este momento tan gozoso. Gracias a los señores arzobispos y obispos, que habéis venido a Sevilla para compartir con nosotros esta fiesta de la fe.

Quiero agradecer especialmente a las autoridades presentes: los consejeros representantes del gobierno autonómico, al alcalde de Sevilla y demás autoridades locales, provinciales, estatales, autoridades judiciales, militares, culturales. Especialmente quiero saludar y agradecer la presencia de los alcaldes y alcaldesas que habéis venido porque fue en su pueblo, en su municipio, donde se produjo esta gesta heroica que permanecerá indeleble por los siglos de los siglos.

La Causa que un día inició el Arzobispo Emérito de Sevilla, nuestro querido D. Juan José Asenjo, ha llegado a feliz término en el Primer Grado de la Beatificación. Esperemos que el Señor nos conceda pronto algún milagro por la intercesión de estos mártires a los que nos encomendamos fervorosamente de hoy en adelante, y podamos asistir a su canonización en Roma sin tardar muchos años. Nos encomendamos María Santísima, Virgen de los Reyes, Reina de los Mártires, y le pedimos que la sangre de estos mártires se convierta en semilla de nuevos cristianos, en semilla de Evangelio para esta generación y las generaciones futuras. ¡Gracias a Dios, y gracias a todos los presentes! Que así sea."

— José Ángel Saiz Meneses.


Se entrega la carta apóstolica al arzobispo y se canta el «Gloria», concluyendo el rito de beatificación y continuando la Santa Misa.

Homilía

Homilía del cardenal Marcelo Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos:

"Al extenso listado de mártires de la Iglesia en nuestra época, se suman los veinte que hoy han sido beatificados, todos originarios inicialmente de esta archidiócesis de Sevilla. Son un ejemplo adicional de esa santidad martirial de la que habló el Papa Francisco el pasado jueves en la Audiencia a los participantes en la conferencia sobre el tema La dimensión comunitaria de la santidad, organizada por el Dicasterio de las Causas de los Santos. También estuvo presente su Arzobispo, a quien saludo con afecto fraterno junto con los demás Obispos presentes, los presbíteros y diáconos y todos ustedes, queridos hermanos y hermanas.

La muerte violenta de nuestros Mártires se sitúa, como es sabido, en el contexto de la persecución religiosa española, que también afectó a este territorio. Los episodios individuales estuvieron acompañados de la destrucción de imágenes sagradas, incendios de iglesias y otros edificios religiosos. La mayoría son sacerdotes; los demás son fieles laicos y, entre ellos, uno con su hijo aún seminarista. También hay una mujer que, muy activa en las obras de caridad, era colaboradora del párroco, Manuel González-Serna Rodríguez, líder de este grupo.

Él, para dar testimonio de su fe, quiso ser fusilado junto al Evangelio. Otro sacerdote, Miguel Borrero Picón, en el momento del martirio quiso llevar la sotana para mostrar públicamente su identidad. La muerte de los demás ocurrió de diversas formas; sin embargo, todos, en el momento decisivo, aceptaron la muerte como expresión de su fidelidad a Cristo. Durante la prisión, el sacerdote Juan María Coca Saavedra, durante los cinco días de cautiverio, ejerció el ministerio de la reconciliación; otros, rezaban y se reconfortaban mutuamente, expresando también palabras de perdón para sus verdugos.

¿De qué sirve, sin embargo, continuar con tales detalles? Cuando San Ambrosio predicaba en Milán sobre el martirio de la virgen Inés, dijo: «Lo llamo mártir… ¿No es suficiente?» (cf. De Virginibus, II, 6: PL 16, 190). Por otro lado, hemos escuchado la página del Evangelio que dice: «os entregarán a los tribunales… Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir…» (Mt 10,17-19). No son realmente palabras que tranquilizan. Nos hacen comprender, en primer lugar, una cosa: venerar a los mártires y considerar su suerte y los sufrimientos sufridos por la coherencia cristiana incluso en la persecución, no debe distraernos ni apartarnos de reflexionar sobre nuestra condición cristiana.

Una cosa que debe entenderse de inmediato: Jesús no es un vendedor de ilusiones; no es un propagandista que muestra a sus clientes todo fácil y al alcance de la mano. La vida cristiana no es un paseo, sino una misión arriesgada. Aquí no hay nadie pagado para aplaudir, como en los espectáculos terrenales. De hecho, Jesús, como escuchamos durante la proclamación del evangelio, advierte que incluso los lazos familiares pueden verse comprometidos por el seguimiento de él. La segunda cosa a entender es que Jesús pide a sus discípulos que le sean semejantes en todo, incluso en el sufrimiento y en la condena. Por último, asegura una cercanía interior que reconfortará: la del Espíritu. Por eso, el cristiano no debe dejarse intimidar, sino mantener la confianza.

De las aflicciones también habló San Pablo en el pasaje de la Carta a los Romanos que se acaba de leer. Él ha colocado todo bajo el signo de la esperanza: «la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5) También aquí, al igual que en el Evangelio, se destaca la presencia del Espíritu. Es la promesa de Dios. El Apóstol quiere decirnos que todo, incluso el sufrimiento y la prueba, pueden adquirir un significado en la perspectiva cristiana. Al menos nos dice que no vale la pena considerarnos verdaderamente superhombres, victoriosos eternos: ¡dejemos eso para las ficciones televisivas! Las pruebas de la vida, en cambio, pueden ayudarnos a madurar y, teniendo en cuenta nuestra fragilidad, no vivir compitiendo con nuestras fuerzas, sino compartiendo nuestras debilidades. Nos ayudan a abrirnos a una comunión humana.

Hay un antiguo himno cristiano en honor a los mártires que comienza alabando a estos testigos de Cristo. Dice de ellos que, inflamados por un verdadero amor, fueron más fuertes que el temor humano a la muerte y que, después de haber sufrido el martirio, ahora están en el cielo y disfrutan de la alegría sin fin. Sin embargo, inmediatamente después, el himno pasa a considerar la situación en la que cada uno de nosotros se encuentra; afirma que para todos hay una condición de martirio y enumera tres formas. La primera es pro fide mortis passio, es decir, sufrir la muerte por motivo de la fe cristiana; el segundo martirio al que un fiel cristiano está llamado a vivir es la inuriae remissio, es decir, perdonar las ofensas. La tercera forma de martirio que el antiguo himno pone ante nuestros ojos es la proximi compassio, es decir, la misericordia (cf. Analecta Hymnica Medii Aevi, XLIa, n. 57. Hymnus de martyre, O.R. Reisland, Leipzig 1903, 222). El primer martirio no siempre ocurre; el segundo y el tercero debemos vivirlos siempre. Estar también sometidos a pruebas y sufrimientos, y, por qué no, también a tentaciones, significa estar en la condición de ser capaces de perdonar y tener misericordia.

De uno de nuestros mártires, el sacerdote Francisco de Asís Arias Rivas, los testigos declararon explícitamente que, a pesar de haber sufrido humillaciones de parte de los perseguidores, murió perdonándolos; igualmente, don Mariano Caballero Rubio y don Pedro Carballo Corrales murieron invocando la misericordia de Dios y el perdón de sus agresores.

El mártir, al final de cuentas, no es simplemente alguien que sufre persecución, sino también alguien que, como Jesús en la cruz, es capaz de decir: «Padre, perdona»."

— Cardenal Marcelo Semeraro.


Oración

«Oh Dios te rogamos que los mártires beatos Manuel González-Serna Rodríguez y sus 19 compañeros sean inscritos en la gloria de los santos para que iluminen con su ejemplo a todos los cristianos que sepamos imitarlos en su fe y fortaleza ante el sufrimiento y que por su intercesión nos concedas la gracia que pedimos».

Oración que a partir de ahora se puede hacer por los fieles porque ya cuenta con la licencia eclesiástica.

Referencias

  1. Mártires de la persecución religiosa en la archidiócesis de Sevilla (1936), José Leonardo Ruiz Sánchez. Archidiócesis de Sevilla y Real Maestranza de Caballería de Sevilla; Sevilla, 2021: 468 pp.

Bibliografía

Vídeos de la beatificación

Enlaces extenos

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