El Santo Entierro (Pruna)
VIERNES SANTO POR LA NOCHE. DESCENDIMIENTO
La noche del Viernes Santo el silencio inunda las calles de Pruna y sólo a la luz de las antorchas que iluminan las calles, vemos a nuestra Madre Dolorosa llorando por ese Hijo Crucificado que la precede.
La Bendita Imagen del Cristo Crucificado de la Vera-Cruz, fue la única imagen que se salvó de los desastres de la Guerra Civil.
Es una bellísima talla de finales del Siglo XVII o principios del XVIII, de estilo barroco, pero con detalles bajo-renacentistas. Es de autor desconocido.
Según todos los expertos que lo han visitado, dicen que es una obra de evidentes características clásicas. Pero, posiblemente, la más contundente opinión la dió, en un taller de orfebrería, muy acreditado, de Sevilla, sito en la calle Castellar, el afamado imaginero Miñarro. Conocía por algún conducto, que no aclaró, la categoría escultórica de nuestro Cristo Crucificado. Nos confirmó la fecha de creación y añadió, algo muy importante en su comentario: Dijo, que pudo salir de las manos de Pedro Roldán, o por lo menos estar su labrado, muy supervisado por él y encargado a sus discípulos de más confianza.
Nada se sabe sobre la fecha en que llega a nuestra Parroquia, ni cómo fue adquirido, si por colecta popular, donado por alguna familia o por el Ayuntamiento. El tener los brazos articulados ha hecho posible que se consiga en Pruna, un acto del Descendimiento de tal espectacularidad. Sin duda, este pasaje Sacro se cuenta entre las singularidades de la Semana Santa andaluza.
Fue restaurado en el año 1996, por el restaurador Pedro E. Manzano Beltrán, quien llegó a llamarle, quizás por la belleza y serenidad de su rostro, “el Cristo de la Dulce Muerte”.
Tampoco se sabe cuando empezó a celebrarse el acto del descendimiento, como lo conocemos hoy en día. Preguntado a las personas mayores, cuentan que antiguamente se celebraba un acto en la Iglesia, que consistía, en tapar el altar mayor con una cortina y el Crucificado se situaba detrás, y mientras el sacerdote, por aquellos tiempos D. Pedro Albarrán, daba la homilía en el púlpito (hoy desaparecido), y llegado el momento decía “ se corren las cortinas del templo”, se dejaban caer las cortinas al suelo al toque de un golpe fuerte que alguien daba a escondidas y entonces aparecía la figura del Cristo. Pero no lo descendían de la cruz.
Posteriormente, a mediados de los años 40, salía procesionando, el Crucificado yacente en la urna desde el interior de la Iglesia.
A finales de los años 50, estando el sacerdote D. José Gómez, se empezó a celebrar el Descendimiento más o menos como lo conocemos hoy en día. La urna o sepulcro se guardaba en la casa del mayordomo, donde se adornaba con flores, y se llevaba luego a una casa de la calle Cruces, donde una vez llegada la procesión, el Cristo Crucificado y la Virgen de los Dolores, se descendía de la cruz, mientras el cura daba su sermón, y se introducía en la urna, posteriormente era llevada en parihuela hasta la Iglesia.
Siempre se ha celebrado en el mismo lugar, en la calle Cruces, a excepción de un año que se hizo en la Calle Puerto.
Evidentemente con los tiempos ha ido mejorando en todos los aspectos.
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