Batalla de Ilipa

Batalla de Ilipa o batalla del Vado de las Estacas.

Batalla de Ilipa

Debe su nombre al sitio en el que tuvo lugar una de las batallas de la Segunda Guerra Púnica dentro de las grandes batallas itálicas. Esta batalla fue totalmente decisiva para la conquista romana de Hispania.

Todo sucedió sobre el año 206 a. C.. Tras la derrota cartaginesa en la batalla de Baecula (Santo Tomé), Roma toma la anterior zona de influencia cartaginesa en la península Ibérica a excepción del valle del Guadalquivir, donde Cartago había acumulado una gran cantidad de tropas traídas de África y de mercenarios ibéricos con el fin de detener el avance romano. Todas las tropas acamparon junto a la antigua ciudad turdetana de Ilipa (Alcalá del Río), en espera de que los romanos les presentaran batalla en condiciones desfavorables.

A su vez Escipión «el Africano» había salido de Tarraco (Tarragona) recabando apoyos y clientelas entre las tribus hispanas, de forma que llegó al valle del Guadalquivir con una fuerza inferior a la cartaginesa aunque con una gran moral de victoria. Escipión instaló su campamento en la loma hoy conocida como cerro Pelagatos a poco mas de dos kilómetros al oeste de Villaverde del Río.

La decisiva batalla se produjo en el lugar conocido como el vado de las Estacas, cerca de la ciudad de Ilipa. Las tropas cartaginesas en esa batalla estaban comandadas por Asdrúbal Giscón que tenía bajo su mando un ejército superior en número al de los romanos, 50.000 infantes, 4.000 jinetes y 32 elefantes. Asdrúbal colocó a los infantes africanos en el centro y a sus lados a los aliados iberos. Como era costumbre dispuso la caballería en ambas alas, detrás de los elefantes.

El ejército romano dirigido por Publio Cornelio Escipión «el Africano» estaba formado por 45.000 infantes y 3.000 jinetes. Por la mañana «El Africano» sacó a los jinetes romanos y a los soldados ligeros armados con escudos y varias jabalinas y los dirigió al campamento cartaginés; detrás de ellos iba el resto del ejército en columna que formaron una línea de combate con romanos e itálicos en los flancos e hispanos en el centro.

Asdrúbal frenó la avanzadilla con sus jinetes y tropas ligeras; más tarde todo el ejército se colocó en posición de combate. Durante horas ambos ejércitos estuvieron realizando escaramuzas. Luego Escipión colocó a los soldados ligeros en las alas del ejército. El general formó a todas sus tropas en la más que conocida triplex acies y comenzó a realizar un juego de formación, cambiando constantemente y dejando absorto a los cartagineses que veían como el ejército enemigo se les iba acercando cada vez más.

Los soldados ligeros iniciaron la batalla arrojando lanzas contra los elefantes, que huyeron asustados y heridos por los proyectiles, los legionarios y las alae (alas) atacaron con fuerza a los hispanos que se defendieron ferozmente. El centro del ejército cartaginés estuvo largo rato sin entrar en la batalla, observando como los romanos atacaban con gran determinación aplastando a los púnicos. Estos africanos serían más tarde atacados por los aliados y los mercenarios hispanos del ejército romano.

A pesar del gran número de soldados cartagineses, los romanos iban cada vez presionando más y más, rompiendo líneas, lo que originó que los defensores fueran retrocediendo. Era tanta la presión que los soldados de Escipión creaban a los de Asdrúbal que cuando los romanos avanzaron hacia adelante, estos últimos volvieron a reorganizarse en la colina del campamento, pero cuando volvieron a ver a sus infatigables atacantes volvieron a escapar.

Como consecuencias tras la gran derrota, los aliados hispanos comienzan a abandonar el ejercito cartaginés y Asdrúbal Giscón, al no ver oportunidad de victoria en la guerra en Hispania, se retira, dejando miles de muertos y más territorio de la península Ibérica para que los romanos pudiesen conquistar. Por su parte Escipión persiguió a los cartagineses hasta África, derrotando finalmente a Aníbal.

Como recompensa a los heridos y veteranos de esta y otras batallas en la península, Escipión repartió tierras en el valle del Guadalquivir y fundó aquel mismo año la ciudad de Itálica cerca del escenario de la batalla de Ilipa.