Guerra Civil en Badolatosa
Me cuentan, nos contaron a todos los que nacimos durante o después de la contienda, que hubo una dictadura en los años del 23 al 30 con Primo Rivera, muy nombrada por los que la vivieron, en que las cosas funcionaban bastante bien porque había trabajo, la escasez no era importante, aunque los jornales, como siempre, eran más bien cortos.
Creo que era el tiempo en que los señoritos, y dentro de la clase los más importantes, casi que obligaban a sus trabajadores a votar a la persona que le indicaban. Dictadura y votar, parece incongruente, pero para algo se votaba. Hasta que llegó el año 31 se proclamó la República y el desbarajuste llegó hasta las mismas entrañas de los pueblos más pequeños, a éste también. Empezó a tomar cuerpo y apoderarse de los pobres fáciles de convencer, llegó la política. Alegría y salvación para todo el mundo, que creía que aquello era lo que realmente se necesitaba, la República, pero ¡oh desilusión!, los hombres más listos dijeron que además había ideas, la derecha, la izquierda, los unos, los otros, los pobres los ricos y...........infinito, cada persona una idea diferente. Hay discusiones entre vecinos, familia y como dije antes un desbarajuste.
La escuela había dado poco provecho, los niños tenían que salir al campo antes de terminar una enseñanza, aunque endeble, suficiente para la época. Así que de mayores eran fáciles de manipular, y la manipulación llegó de boca de aquellos que salieron del pueblo a beber de unas fuentes que manaban la política indecente, aprovechada, beneficiosa e interesada, que destilada adecuadamente para esos hombres y mujeres del pueblo que aunque fuertes de mente débiles de enseñanza, fácil de manipular y hacerles creer las cosas que convenían a ellos/nosotros, ¿a quién decías?. Triste, penoso y abominable.
Así se fue creando unas conciencias dominadas por la insensatez y la mentira que aderezadas convenientemente se hacía con ellas lo que deseaban los manipuladores. Pasan los meses escasea el trabajo y hay que salir al campo a arrancarle a la tierra lo que tenga, raíces para calentar el puchero al que poco le podíamos echar unas collejas, unas patatas, acelgas que de las huertas cercanas podían conseguir. El caldo del puchero, qué pena, (“Se cuenta, aunque lo cuentan en todos los pueblos lo que es una leyenda, que la Silveria, con su tienda tenía un hueso que atado con una cuerda iba de olla en olla de las vecinas para darle color porque no sabor al triste puchero”).
Esos años anteriores al 36 fueron de disgustos entre madres, hijos, vecinos y unos con otros la gente del pueblo. Las conversaciones siempre versaban sobre lo mismo, los listos, lo mejor, la República, la política republicana que nos considera a todos iguales en derechos y obligaciones, ¡Viva la República! pero ¡Ay! que las cosas no fueron así, de lo dicho no hay nada, todo tenía que venir de arriba y eso era muy difícil las ¡¡¡¡¡comunicaciones!!!!! entre la capital y el pueblo no funcionaban, todo quedó a expensas de los que dijimos, listos, listos son los que mandaban utilizando a las pobres gentes en su beneficio porque pedían arriba lo que nunca llegaba abajo. Pero no sólo en esos momentos, tiempos vendrían que sería lo mismo o peor.
Y llegó. Llegó el 36 para alegría de unos y penas, muchas penas para otros. Cambian las tornas y todo se vuelca, de momento boca abajo, ¿Quién lo pone derecho? de momento nadie.
Días de miedos, tribulaciones, habladurías, y siguen como siempre, ahora con el signo contrario, embriagando a la gente con promesas que nadie cumplirá.
El día 11 de Agosto de 1936, aparecen en el pueblo “las tropas” (menuda tropa), el Ejercito sublevado en parte de la Nación, hace pasar por estas tierras una partida de indeseables que haciendo valer sus armas, logran meter en sus casas llenos de miedo a la buena gente del pueblo. Sí, he dicho a la buena gente porque en esos momentos se guardan las rencillas y los malos modos que tenían antes del advenimiento del desastre nacional.
Pero ¡ay! maldita ilusión, qué poco duró. Una vez que salieron las tropas del pueblo después de haber dado algunos sustos, dejaron a cargo del orden en el pueblo a las personas adictas al nuevo régimen. Y llegó la venganza, todos contra los rojos, esos que años atrás pregonaban la República y prometían cosas que no podían cumplir, porque la descomposición del Gobierno Central y las peleas entre partidos hicieron ingobernable la Nación. Por todo esto lo que llegaba a los pueblos no era suficiente para dar bienestar.
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